RobertoWan

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Irradiando energía 

20 Jan 2023

La luz del sol en la mañana nos da ánimos para empezar positivamente el día. Ese mismo sol irradia esa energía a todos los seres vivos. 

Este sol aún con su fuerza renovadora no podía causar ese cambio en mi.

Tenía 16 años y estaba lleno de inseguridades muchas de ellas propias de la edad. Tenía la idea que me veía mal y que era del no agrado de las personas.

Ese año era el último del colegio y a pesar que tenía muchos compañeros en él aula me sentía aislado y sin amigos. 

Cuando conversaba con algunos de ellos sentía que ya querían dejar de hablarme y entendía que debía apresurar mi conversación para que se puedan liberar de mi.

Los días en el salón de clases eran así, algo solitarias mientras veía el comportamiento libre que admiraba en mis compañeros y que yo anhelaba ser.

Cierta vez uno de mis compañeros se me acercó mientras estábamos en el recreo. Me llamó por mi apellido y estando frente a mí puso sus manos en mis hombros y en ese momento sentí un golpe en mis piernas por la parte de atrás. 

De allí recuerdo que me ayudaban a levantarme y todo lo que observaba era borroso, me sentía mareado y recuerdo estar llorando mientras dos compañeros me llevaban al aula del laboratorio donde escuché que decían desesperadamente algunos que me echen agua en la cabeza.

Fueron dos compañeros que habían planeado hacerme caer, pero se les pasó y no midieron las consecuencias. Caí de espaldas, me golpeé la cabeza contra el suelo y perdí el conocimiento 

Mientras me echaban agua a la cabeza, no entendía el trato de mis compañeros. Estuve  sentado en ese aula con la cabeza gacha apoyado en la meza del laboratorio. 

Algunos compañeros me observaban mientras que otros me daban información de quienes habían sido y como habían ocurrido los hechos. 

Llegué a casa y relaté el hecho a mi madre, quien preocupada dijo a mi padre que debería hacerme un examen médico y así fue en los días posteriores.

En esta parte pienso ¿Que habrían pensado mis padres? Su angustia y preocupación por mi, por no defenderme ante situaciones cómo estás y tantas otras.

El bulling e intolerancia afectaron tanto mi autoestima en esas épocas de estudiante.

La verdad que no tenía el valor para defenderme y permití que me humillaran en muchas ocasiones por tener esta limitación de carácter.

A está edad de 16 años frecuentaba a un grupo de jóvenes católicos llamado “Colleras” y las reuniones eran en un salón que está al costado de la Iglesia de la ciudad. 

Nos reuníamos todos los viernes desde las 7 hasta las 9 pm. 

Allí recibíamos motivación por medio de historias y experiencias personales de nuestro asesor, Profesor Tito Aviles.

Mi percepción fue favorable porque logré hacer algunas amistades, pero admito que disfrutaba más desde mi asiento todas estas enseñanzas inspiradoras del profesor Tito. 

Algo que acotar es que a pesar de ser un grupo religioso se podía notar diferencias de grupos sociales donde los jóvenes se juntaban a los más populares. 

Los populares eran los aceptados, graciosos bien vestidos, guapos y más.

Muchos salían a fiestas y las amistades se fortalecían en estos círculos. 

Había una jovencita muy popular llamada Silvia y todos los chicos se acercaban a ella. Tenía una sonrisa amigable y agradable. Siempre estaba rodeada de amigos, sin embargo se notaba que era de buen sentimiento y es que lo que es bueno se percibe en el carácter. Yo estaba lejos de ser un amigo o conocido siquiera de ella porque era tímido, callado y reservado. Si ella hubiera estado frente a mi, seguramente estaría impávido sin saber qué hacer.

En esta parte quiero hacer notar que por dónde yo vivía habían muchas tiendas comerciales y negocios.

Habían dos tiendas ferreteras muy conocidas y en las reuniones de las colleras me enteré que eran de propiedad de los padres de Silvia. 

Donde yo vivía había una sastrería que eran de mis tíos. Muy frecuentemente por las noches cuando ya no había nadie entraba allí y de las muchas prendas que ellos confeccionaban me los probaba mirándome en el enorme espejo y me gustaba ver como me quedaban las chaquetas, camisas, ternos e imaginaba andando con ellas puestas.

A pesar que iba al colegio y no tener amigos me alegraba saber que al menos en el grupo de chicos era aceptado en cierto modo. 

Una noche en que estaba en las reuniones de colleras un amigo (Miguel) de mi edad que se sentaba a mi lado me dijo que le buscaría conversación a Silvia, le dije que estaba bien y que me la presente después… nos reímos y mientras salíamos de la reunión nos dimos cuenta que ella y su grupo iban adelante.

Miguel dijo: Ahí voy y se adelantó. 

El grupo de chicos nos miraron mal y no nos dejaron ser parte aún de caminar al lado de ellos. Nos sentimos intimidados y nos alejamos.

Creo que en ese momento entendimos que era mejor estar desde el otro lugar donde sólo se nos permitía observar.

El siguiente viernes, iba algo apurado pues se me había hecho tarde. Estaba caminando apresurado por la plaza de armas dirigiéndome a la reunión cuando de pronto se me acerca alguien por atrás llamándome por mi nombre:

Roberto espera….

Al dar la vuelta descubrí que era Silvia, pero… ¿Había dicho mi nombre?. ¿Cómo podría saberlo?, pero allí estaba sonriendo amablemente. 

Hola! Dije 

Y no sabía que más decir, estaba impresionado que supiera mi nombre y entonces me hablaba mientras caminábamos.

Ella si sabía dialogar y era fácil entenderla. 

Mientras me hablaba yo sólo sabía sonreír y mirarla tímidamente. Entonces me dijo:

¿Puedo pedirte algo especial?,

- ¡Claro Dime! Yo también le sonreía…

Quiero que seas mi pareja de baile en la fiesta de promoción de mi colegio, … ¿Puedes?

No lo podía creer. ¿Como es posible?, ¿Era una broma?, ¿Como se pudo fijar en mi?

¿En serio? -le dije,

Siiiiiii -me dijo- mientras sonreía. 

Le dije que si, que estaba bien y entonces me dijo…. Gracias!

Mañana puedes ir a la ferretería para presentarte a mis padres?, ¿Conoces la ferretería?

¡Claro!, quien no conoce la ferretería

Cuando llegué a la reunión me encontré con Miguel y le relaté lo que pasó. Se quedó sorprendido y claro que me creía.

Al salir de la reunión ella se acercó a mí y estando junto a Miguel me dijo: Nos vemos mañana… Entendí que era para ir a la ferretería y presentarme a sus padres. Y todos me miraban extraño, quizás en sus mentes pensando quién es este tipo. Créanme que yo mismo me miraba y pensaba exactamente lo mismo.

Al día siguiente conocí a sus padres, unas buenas personas. Siempre estaban sonriendo y fue una bonita experiencia.

El día de la fiesta fui a su casa en un termo beige. Era un sábado de diciembre, semanas antes de la navidad. Su casa era hermosa. Allí adentro Silvia me presentó a su hermana Ada quien también iba a la fiesta con un amigo de ella quien se llamaba Robert.

Robert se pegó a mi y hablábamos mucho de la fiesta y la emoción que tenía.

La madre de Silvia nos invitó helado antes de salir. La servilleta, platos y vasos eran con motivos navideños.

Finalmente salimos. La madre de Silvia nos llevó en su carro a los dos.

En el otro carro su padre llevó a Ada y Robert

Llegamos a la fiesta y me sentía nervioso, ver a tantas chicas y chicos me hacía poner temeroso. ¿Como habría de comportarme? ¿Estaba haciendo lo correcto?.

Curiosamente llamó mi atención las miradas cómplices de las amigas de Silvia que al pasar por el lado de ella se ventilaban claramente.

Ese día bailamos, reímos y sentí que gané a una amiga y estuve agradecido por haberme invitado a ser su pareja de baile. Sentí que mi autoestima estaba bien y podía reír abiertamente, limpiamente sin temor a nada. 

Estuvimos hasta antes de las 12 de la noche puesto que sus padres esperaban afuera en sus carros. 

Salimos con Robert y las dejamos en sus autos.

Nos despedimos de ellas y de sus padres y partieron. Robert y yo caminamos juntos de regreso por la misma ruta, luego nos despedimos y cada quien rumbo a nuestras propias casas.

Siempre me pregunté ¿Porqué Silvia me eligió de entre tantos amigos que ella tenía?.

¿Porqué a un desconocido como yo?

Quizás mi baja autoestima no me permitió ver lo que otros si veían en mí….

Quizás la energía de Silvia fue más potente que la del sol, su amistad logró en cierta forma que yo me sienta renovado y tener esperanza en que la vida es hermosa a pesar de todas las dificultades.

En donde te encuentres, gracias Silvia.


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